El trabajo reflexiona en torno al tema central de la pobreza, en el marco del origen y rápido crecimiento de franciscanos y dominicos, quienes desde 1220, sin haber tomado contacto entre ellos, en el lapso de apenas setenta años, consiguieron influir profundamente en el proceso de renovación de la Iglesia del siglo XIII. Aunque los dos fundadores no tuvieron relación directa en los inicios de sus fundaciones, siendo tan diferentes en sus intuiciones, no obstante la historia los vincula y los ubica como iniciadores de las llamadas "órdenes mendicantes" y por tanto, como expresión del reclamo generacional por una auténtica reforma eclesial en el sentido de un regreso a las fuentes y, en particular, a Cristo y al pobre". Ambos, quizá sin medir cuán perspicaces y oportunos eran, supieron recoger las inquietudes espirituales centrales de su época y las supieron canalizar para bien del conjunto de la Iglesia. La acogida que tuvieron entre sus contemporáneos es indicio suficiente que su propuesta respondió ayer-y está respondiendo hoy-a una necesidad sentida.