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El objetivo de este artículo es establecer una agenda de investigación para el estudio de las universidades, a través de la revisión de los trabajos sobre historia de la educación superior en 6 revistas especializadas de historia de la educación. Para ello, se revisó el catálogo de indexación Web of Science a través de la utilización de operadores booleanos y filtros de antigüedad – de los últimos 3 años de publicación y del área de investigación educativa. Se inició la búsqueda en 989 artículos sobre la materia en estudio, la que concluyó con 39 artículos, y la revisión de las 6 revistas de historia de la educación que habían publicado la mayor cantidad de artículos de investigación sobre la Universidad. En los resultados se evidencia la importancia que fueron adquiriendo los estudios sobre la Universidad desde una perspectiva histórica, y la necesidad de repensar la vinculación que se establece entre la sociedad y las instituciones de educación superior como un espacio fundamental para la democratización del conocimiento y la regeneración del tejido político, ya sea dentro o fuera del sistema democrático liberal.

Este artículo analiza el devenir político-historiográfico por el que transitó el historiador conservador Gonzalo Vial para justificar el golpe de Estado de 1973 en Chile. El principal hito al respecto fue su participación en el Libro Blanco del cambio de gobierno en Chile, una de las más destacadas operaciones de manipulación histórica para legitimar a la dictadura militar. Proponemos que Vial utilizó la misma matriz interpretativa para justificar el golpe de Estado y la represión posterior tanto en sus intervenciones políticas como en producción historiográfica anterior y posterior a 1973. Dicha interpretación se basó en principios constantes a lo largo de todo este período: la tesis de la decadencia sostenida de la nación, la ruptura de los consensos y la inminencia de una guerra civil. Ese tipo de discursos legitimadores del golpe lograron proyección pública no sólo a través de su obra periodística e historiográfica, sino también en instancias estatales particularmente sensibles como la llamada Comisión Rettig. De esa manera, a la manipulación inicial le siguió una racionalización intelectual que no renunció al objetivo de justificar históricamente la existencia de la dictadura militar.

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