INTRODUCCIONLa investigación sobre la dislexia evolutiva avanza por dos caminos fundamentalmente diferentes. Uno es aquél que considera la dislexia evolutiva como un retraso en la adquisición de determinadas habilidades propias del momento evolutivo. Este retraso lector, según diferentes autores, es de origen perceptivo visual (Gross y Rothemberg, 1979;Kephart, 1971), debido a un movimiento inadecuado de los ojos (Pavlidis, 1978(Pavlidis, , 1979Nodine y Simmons, 1974), fallos en la memoria a corto plazo (Rugel, 1974; Naiddo, 1972;Nelson y Warrington, 1980), disfunción en la integración modal cruzada (Birch y Belmont, 1964, 1965 o por una disfunción en el lenguaje (Vellutino, 1979). En todas estas teorías subyace la opinión de que la caus.1 de los problemas lectores es más una lentificación del proceso que una pérdida o déficit de alguna habilidad. La consecuencia terapéutica inmediata de adjudicar el origen de la dislexia evolutiva a «esa única causa» es centrar los esfuerzos en estimular y favorecer el desarrollo de esa concreta habilidad lentificada. En definitiva, los sujetos disléxicos podrían alcanzar, muy probablemente, a sus compañeros buenos lectores en esa habilidad crucial para la lectura, en el supuesto de un adecuado programa de estimulación.Estas explicaciones unitarias han recibido numerosas críticas metodológicas al estar sustentadas sobre un discutible enfoque correlacional. El hecho de encontrar «perfiles cognitivos» distintos en grupos de lectores normales y grupos de sujetos disléxicos no nos permite concluir que las deficiencias que acompañan al grupo disléxico son una condición suficiente ni necesaria para que aparezcan las dificultades de lectura, ya que puede deberse más a un factor concomitante correlacionado con las dislexias que a un proceso causal entre ellas (Marshall, 1985;Doctor y Coltheart, 1980;Fletcher y Satz, 1979). Además, difícilmente se puede encontrar una explicación unitaria a la dislexia desde el momento que se defiende por distintos autores que el origen de las dificultades lectoras son varios y no uno.La segunda línea de investigación comenzó a partir de 1963 con Kinsbourne y Warrington al clasificar a los lectores retrasados en dos grupos (auditivo-verbales y