“…La escuela funciona como un injerto más con los que el poder disciplinar parasita la soberanía de la familia (Hoyos, 2021), una instancia donde no sólo guarda a los hijos de los obreros mientras sus padres producen, sino donde, además, controla la conducción de la educación familiar, sus hábitos y su forma de vida, con la capacidad de impugnarla hasta el límite de castigarla sustrayéndole a sus hijos. En la escuela se vigilan las más mínimas infracciones, así como las posibles incursiones indisciplinares en las que la conducta se sujeta a una ortopedia hacia su "correcto" desarrollo, a través de la aplicación temprana de técnicas y procedimientos de observación y vigilancia mediante el examen.…”