“…El debilitamiento de las relaciones familiares o la ruptura con la familia puede haber ocurrido antes de la reclusión o puede ser el resultado de la descalificación social que implica el encierro (Touraut, 2012). Ahora bien, el rechazo de la familia suele ser una realidad para muchas personas trans* desde edades tempranas (Cloutier, 2018), con efectos variados como, por ejemplo, la migración (Constant, 2017), la realización de actividades económicas criminalizadas, intentos de suicidio y uso problemático de sustancias psicoactivas (Grant et al, 2011). Este rechazo es particularmente problemático cuando consideramos que la familia constituye una estructura de apoyo, cuidado (Guerrero & Muñoz, 2018, p. 85) y solidaridad, que funciona justamente en lugares con poca protección social estatal -como México-, ayudando a hacer frente a distintos tipos de situaciones, por ejemplo, el desempleo (Paugam, 2005, p. 110), o algunas más críticas como el encierro y las precarizaciones sociales y materiales que estas implican a posteriori.…”