“…El objetivo principal de muchas prospecciones con georradar ha sido y es detectar áreas anómalas con el fin de localizar el área de trabajo en posteriores excavaciones arqueológicas (Basile et al, 2000;Bonomo et al, 2010;Conyers, 1998;Butler et al, 1994;Goodman, 1996;Ivashov et al, 1998;Mellet, 1992;Orlando, 2007;Sternberg y McGill,1995;Tohge et al, 1998). A veces, lo que se pretende es corroborar la existencia de elementos documentados históricamente mediante el empleo de un método no invasivo (Conyers, 1996;Kong et al, 1992;Lorenzo, 1994;Lorenzo et al, 1998;Pérez Gracia et al, 1997(a); Pérez Gracia et al, 1997(b); Pérez Gracia et al, 1998;Pérez Gracia et al, 2000) e incluso detectar la presencia de estructuras no documentadas o las fases constructivas que componen un edificio histórico (Bini et al, 2010). Otra aplicación del georradar en el campo del patrimonio es aquélla relacionada con la localización de zonas anómalas causadas por humedad en elementos arquitectónicos o suelos (Maierhofer et al, 1998;Pérez Gracia et al, 1997(b); Pérez Gracia et al, 1998(a), 1998(b); Pérez Gracia et al, 2000) o, en su defecto, zonas anómalas cuyo origen está en la existencia de grietas y fisuras (Liu et al, 1998;Papaioannou et al, 1996;Pérez Gracia et al, 1997).…”