“…Ser excluido viene a ser perder la voz, dejar de ser el autor del propio relato, no tener a quien narrar, ver la narración imposibilitada por el entorno o vivir bajo una identidad distorsionada o impostada por quien nos daña. Las creencias negativas sobre uno mismo son centrales para el desarrollo y mantenimiento de los síntomas del síndrome de estrés postraumático; y considerar el trauma como el tema central de la identidad conduce a una mayor severidad de los síntomas (Müller-Engelmann y Steil, 2017;Müller-Engelmann et al, 2018;Karatizias et al, 2018). La recuperación del ostracismo narrativo no residirá, entonces, en ofrecer recursos institucionales y sociales, que también, sino que implicará recuperar un relato que nos devuelva nuestra carta de ciudadanía como seres humanos, sentir que alguien toma partido por nosotros y lo cuenta, porque la exclusión ha implicado la ruptura de la confianza en el funcionamiento cotidiano de nuestra vida con los demás, la confianza epistémica (Fonagy et al, 2015).…”