A partir del protolenguaje propio del Homo erectus y en virtud de un proceso de mutación aleatoria, se arribó a un sistema computacional muy sofisticado con capacidad de desplazamiento y definido por una operación sintáctica esencial: el Merge recursivo e ilimitado. El modo de explicar la aparición de una facultad simbólica computacional, ex hypothesis específica, del Homo sapiens (c. 50 000 años) se entiende como un salto evolutivo trascendental e implica, en nuestra perspectiva, propugnar una suerte de asimilación genética conocida como efecto Baldwin. Este efecto implica la defensa científica de la siguiente proposición: en un determinado escenario biológico signado por la precariedad, la mejor estrategia es optimizar la plasticidad, de tal manera que los resultados de un aprendizaje conductual eficiente se incorporen de manera rauda, en términos evolutivos, a la base genética.
El gran dinamismo cultural de nuestra especie ha permitido conjeturar un gran salto adelante que implicó la aparición del lenguaje recursivo. Este sistema tiene tan enorme significado evolutivo que debiera ser entendido en el marco de la teoría de la evolución, pero hay que reconocer que se puede generar cierta hesitación si esta teoría se entiende solo en términos del puro y estricto darwinismo. Solamente podemos superar el razonable escepticismo si se añade al marco de la teoría sintética de la evolución un mecanismo que acelere el ritmo, de por sí lento, de la selección natural: el efecto Baldwin.
Dado que nos encontramos en un dominio de la ciencia donde no caben los experimentos controlados propios de una metodología estrictamente positivista, la mejor aproximación metódica estriba en considerar la potencia heurística de los experimentos mentales, de los falsadores potenciales y del razonamiento basado en la convergencia de abducciones.