No cabe duda de que tatuarse la piel está de moda. Nuestra sociedad vive una era de culto a la estética, y todas las prác-ticas que tienen como fin decorar el cuerpo humano con intención de embellecerlo están en auge. Un estudio reciente ha desvelado que entre un 3 y un 8% de la población general es portadora de algún tipo de tatuaje. En Estados Unidos el 23% de la población adolescente lleva tatuajes y el 51% se ha realizado algún tipo de perforación o piercing 1 . La creciente demanda ha motivado la proliferación de establecimientos en donde personal sin formación sanitaria, a menudo, ejecuta este "arte corporal". Estos locales abundan en zonas de recreo y en localidades turísticas, pues es en vacaciones cuando con más frecuencia los jóvenes se sienten tentados a adquirir uno de estos adornos cutáneos. Por otra parte, el aumento de efectos secundarios, a veces potencialmente graves de los piercings y tatuajes, observados por los médi-cos, y sobre todo dermatólogos, ha dado lugar a que diferentes instituciones y profesionales sanitarios hayan advertido de la necesidad de regular dichas prácticas. En España, la Comunidad Foral de Navarra ha sido, junto con Cataluña, pionera en establecer las condiciones higiénico-sanitarias mínimas que deben cumplir estos establecimientos 2,3 . Los tatuajes clásicos tienen el inconveniente de ser permanentes. Por ello en la última década se han hecho mucho más populares los "tatuajes temporales", que son en realidad pseudotatuajes, porque son grabados superficiales y no se perfora la piel al aplicarlos 4 . Estos tatuajes temporales se realizan habitualmente con henna, un pigmento natural obtenido de la planta Lawsonia inermis que deja la piel teñida de un color marrón rojizo y que se elimina al cabo de dos o tres semanas con el lavado sucesivo. La henna natural se utiliza desde hace siglos de manera habitual en países musulmanes e hindúes con fines cosméti-cos, y sólo de forma muy excepcional ha ocasionado reacciones adversas 5 . Sin embargo en Occidente la henna se adultera con diversos aditivos con el fin de evitar su deterioro y, sobre todo, de oscurecer el pigmento y conferir un tono más negro al producto final, que es estéticamente más aceptado y más solicitado por quien desea tatuarse. Son aditivos habituales algunos aceites esenciales, colorantes, resinas y gomas fijadoras y azúcares. Pero el más utilizado de todos es la parafenilendiamina 4,6,7 , una sustancia colorante con la que se elaboran la gran mayoría de los tintes capilares comercializados. La parafenilendiamina se usa mucho porque no sólo intensifica el color, sino que también ace-