Recibido el 9 de diciembre de 2010; aceptado el 11 de diciembre de 2010 Disponible en Internet el 5 de febrero de 2011
IntroducciónEn Europa actualmente no existen dudas sobre la profesionalización de la atención al paciente crítico, y que su calidad asistencial y la garantía de los cuidados al ciudadano se han de basar en una actividad especializada con competencias profesionales médicas específicas, denomínese medicina intensiva, crítica 1 . Todo ello se justifica asistencialmente en un cuerpo doctrinal para atender una necesidad epidemiológica real y concreta bien definida, por tasas de incidencia y prevalencia para su población de referencia, que incluye las recientes «crisis sanitarias», por ejemplo, gripe A, y su reciente impacto en China 2 , aunque la disponibilidad de recursos para hacerlo sea muy diferente a lo largo de toda la CEE. En la actualidad, el mensaje y el discurso son cómo homogeneizar y acreditar la formación en medicina intensiva y/o crítica, y en ello se está trabajando desde hace ya tiempo 3 . No cabe duda de que toda esta iniciativa supranacional intenta manejar y gestionar muchas de las estructuras político-sanitarias, docentes y profesionales, así como las circunstancias, recursos y rigideces nacionales anteriores a la integración de los países en la CEE. * Autor para correspondencia.Correo electrónico: pnavarro@ugr.es (P. Navarrete Navarro).En este sentido, es oportuno reflexionar y hacer una serie de consideraciones, algunas históricas, sobre la especialización en medicina intensiva y/o crítica dentro del concepto de Europa, de nuestra especialidad y la realidad europea pasada y futura.
La formación en Europa y su referente norteamericanoCuando nos asomamos a Europa/CEE, no podemos olvidar que es una entidad relativamente reciente, es poco homogénea y engloba niveles educativos, económicos y sociosanitarios muy distintos, dentro de ella, nos movemos en una sociedad occidental en la cual se intenta una normativa política progresiva. Esta característica, a la que no es ajena la normalización de las profesiones en general y su estrategia formativa, léase Plan Bolonia, incide también en nuestro entorno de la especialización médica. En este sentido, si comparamos a Europa con nuestro referente natural y «lógico», en aspectos social, económico y sanitario, del primer mundo, Estados Unidos, cometeremos un error estratégico; las «especialidades médicas» se han desarrollado desde hace muchos años de forma mucho más homogénea, y además estructurada, en parte por la consabida concepción práctica norteamericana. En Estados Unidos, hay que recordar que Peter Safar fundó la primera UCI en 1962 en Baltimore, a principios de los años setenta los avances tecnológicos y fisiopatológicos en el paciente 0210-5691/$ -see front matter