El sueño es una función vital en la que transcurre un tercio de nuestras vidas. Su restricción puede provocar trastornos físicos y psíquicos a corto y largo plazo. La internación hospitalaria, sin tener en cuenta la enfermedad que la originó, no favorece un sueño reparador y suficiente. Los factores que interfieren son externos (luz, ruidos) e internos (procedimientos, fármacos, cuidados). La Unidad de Cuidados Intensivos es el lugar con mayor dificultad para la conciliación y el mantenimiento del sueño. Se suma la gravedad de la enfermedad y las características de su estructura y funcionamiento. El deterioro de la cantidad o calidad del sueño podría desencadenar un cuadro de confusión mental agudo que, con frecuencia, afecta a los niños internados, reconocido como delirium. Promover, en el medio institucional, un trabajo conjunto de todos los estamentos para proteger el sueño dentro de lo posible es una tarea por realizar.