“…Es necesario recuperar el criterio para dirimir entre lo verdadero y lo falso, diluido y perdido en el escepticismo con su negación de la verdad y con la posición de Carnéades inclinada hacia lo verosímil y probable (Cicerón, Disputaciones académicas, II, 29), 9 para poder sustentar la tesis moral de que el hombre, en última instancia, está llamado a la sabiduría moral, a la prudencia. La visión de Antíoco, quien ya se sirve en buena medida del concepto de ὁρμή, es que el hombre requiere actualizar sus diversas potencias, tanto corpóreas como anímicas, para alcanzar el bien supremo, o sea, la felicidad (Bonazzi, 2009;Tsouni, 2019). De ahí que ya se pueda hablar en él, como ha sucedido en el Filebo de Platón, de una vida mixta; sólo que la primacía se halla en el desarrollo moral, sede de la vita beata, como le llama Cicerón.…”