“…A diferencia del modelo jurídico, el modelo médico y el psicológico comparten una serie de características que los complementan, las cuales están destinadas no sólo a diagnosticar, psiquiatrizar o etiquetar a partir de criterios clínicos (Morera, 2000), sino también a orientar los tratamientos por medio de diferentes estrategias moralistas (Gergen, 2007), destinadas a disuadir a las personas para adoptar ciertos comportamientos y a modificar las creencias alrededor del consumo mediante estrategias directivas. Muchas veces, esto se hace sin considerar la opinión de los usuarios, no solo porque la decisión sobre la terapia se considera responsabilidad exclusiva del profesional (Pons, 2008), sino también porque se piensa en el paciente como una persona con un déficit mental.…”