“…A lo largo de las últimas décadas, diversas investigaciones han detectado muchas barreras en los negocios de las mujeres. Por ejemplo, sus emprendimientos experimentan desigualdad en el acceso a recursos económicos, en general son de menor tamaño, su permanencia suele ser breve, presentan mayor informalidad, sus redes de contactos son limitadas y su presencia es más elevada en sectores donde se gana poco dinero, por citar sólo algunas desigualdades (Langevang, Gough, Yankson, Owusu y Osei, 2015;Monteith y Camfield, 2019;Pérez, 2018;Reyes, Beck y Iacovone, 2013). En buena medida, esas diferencias terminan remitiendo a las inequidades que las normas de género mantienen (Ayatakshi-Endow y Steele, 2021; García, 2015;Kappor, 2019;Masika, 2017;Xheneti, Madden y Karki, 2019), sobre todo cuando la dinámica emprendedora se realiza a la vez que las labores domésticas, pues las mujeres continúan como las principales responsables del trabajo del hogar y del cuidado de personas, puesto que en algunos casos la búsqueda de conciliación entre la vida doméstica y la vida profesional es una de las razones de peso para optar por emprender y adaptar la trayectoria laboral a las necesidades de su casa (INEGI, 2017;Masika, 2017;Wu, Li y Zhang, 2019), inequidad que se ha incrementado como consecuencia de la pandemia actual (Ayatakshi-Endow y Steele, 2021; CEPAL, 2021; Zamora, Díaz y Jiménez, 2022).…”