L as adicciones y la violencia interpersonal, fuertemente vinculadas entre sí, son un reto para la salud pública. Obviamente, las adicciones pueden incrementar el riesgo de violencia interpersonal directamente a través de la intoxicación, la financiación del consumo de drogas o por formar parte de un mercado de drogas, ilegal, y por tanto, violento. Sin embargo, también se han definido como significativos los siguientes factores, compartidos a nivel individual, para ambos problemas (Yu et al., 2012): padecer un trastorno internalizante, padecer un trastorno mental grave, ser varón, ser joven, tener una educación y un rendimiento escolar deficientes, ser agresivo y tener alteraciones de la personalidad que incluyan la impulsividad, la búsqueda de sensaciones y la falta de control ejecutivo.Los síntomas internalizantes, la agresión, la impulsividad, la búsqueda de sensaciones y la falta de control ejecutivo son síntomas comunes de los Trastornos de Personalidad (TP) (Skodol et al., 2005); un grupo heterogéneo de trastornos con una prevalencia en población general que oscila entre un 4 y un 13% (Yu et al., 2012). Por ello, no es sorprendente que se haya encontrado una clara asociación entre los TP y la violencia (Yu et al., 2012), con una Odds Ratio (OR) de 3,0 (intervalo de confianza (IC:): 2,6 a 3,5). Se ha reportado una asociación mayor para el Trastorno Antisocial de la Personalidad (TAP), con una OR de 12,8 (IC: 7,4 a 14) (Yu et al., 2012), un riesgo similar al que presentan los adictos al alcohol o a las drogas. Así que, para evitar un acto violento, hay que detener a siete sujetos con TAP (Yu et al., 2012). Los individuos con TAP también tienen un mayor riesgo de reincidencia (Yu et al., 2012).El TAP parece ser importante para comprender la violencia interpersonal e intentar prevenirla, pero,¿qué es el TAP? Para el DSM es «un patrón generalizado de desprecio hacia y violación de los derechos de los demás que se inicia en la niñez o en la adolescencia temprana y continúa en la edad adulta" (Lynam y Vachon, 2012). Así que el TAP trata de ser antisocial, y ser antisocial es lo que hace que una persona reciba un diagnóstico de TAP. Esto no es muy útil. Es lo mismo que decir que alguien está enfermo porque tiene fiebre, y que tiene fiebre porque está enfermo. Es cierto, pero este reduccionismo no nos lleva a ninguna parte en la búsqueda de soluciones. Necesitamos una aproximación más específica. El DSM establece que se requieren tres o más de los siguientes signos y síntomas para confirmar un diagnóstico de TAP: no seguir las normas sociales, indiferencia temeraria hacia la propia seguridad o la de los demás, irresponsabilidad persistente, deshonestidad, impulsividad,