Los trastornos del espectro del autismo (TEA) afectan la comunicación social con una presencia de intereses, conductas o lenguaje estereotipado y de anomalías sensoriales que comienzan en la primera infancia y continúan a lo largo de la vida. La prevalencia de TEA es del 1-2%, siendo la ratio chicos/chicas de 3:1. El 50-70% de los pacientes con TEA presentan comorbilidad con TDAH, 40% con trastornos de ansiedad, 11% con tics y un 10% con trastornos depresivos. Es fundamental considerar la posibilidad de que una persona con TEA sufra un cuadro depresivo y estar alerta ante los síntomas que puedan englobarse dentro de dicho trastorno, teniendo en cuenta que las personas con TEA tienen dificultades para detectar y expresar sus emociones. Es fundamental no considerar que todo lo que expresa conductual y cognitivamente está directamente relacionado al autismo. La depresión puede no manifestarse de la misma manera que en las personas con desarrollo típico. Los tics son movimientos repetitivos, no rítmicos y estereotipados, que resultan de las contracciones musculares súbitas, abruptas, involuntarias y no propositivas. El DSM-5 engloba los trastornos de tics dentro de los trastornos del neurodesarrollo y los integra dentro de los trastornos motores. La presencia de tics crónicos se ha descrito en el 9% de niños con TEA mientras que su asociación con el Síndrome de Tourette (ST) se daría en el 4.8% de los casos. En muchos casos, los tics coexisten con otros movimientos o comportamientos involuntarios y repetitivos como las estereotipias. Los pacientes con TEA y tics pueden cumplir los criterios diagnósticos de ST, lo que puede dificultar considerablemente su diagnóstico diferencial.