La ciencia política en Ecuador es una disciplina de emergencia tardía (Sorj y Schwartzman, 2008; Mejía, Freidenberg y Pachano, 2005). Recién a mediados de la década de 1990 surgieron los primeros programas universitarios y más tarde los de posgrado (Zamora-Avilés y Jervis-Pastor, 2021, Barrientos, 2014); en la misma tónica se debatió la investigación científica, aunque con un pronunciado incremento de la producción académica durante los últimos años. La migración de jóvenes estudiantes ecuatorianos a realizar posgrados en Estados Unidos, Europa y, en menor medida, en América Latina, podría ser una de las razones de este avance (Dabène 2014; Freidenberg, 2014; Pérez-Liñan, 2014; Došek, Kouba, Springerová, 2014). Sin embargo, muchos de esos nuevos investigadores se establecieron fuera del país, principalmente, por condiciones laborales, por lo que dicho éxodo no necesariamente podría verse reflejado a futuro en la consolidación de la ciencia política realizada en Ecuador. Si bien este hecho no implica necesariamente que la comunidad de politólogos en el país se vea diezmada de forma grave, sí da cuenta de que los espacios de crecimiento de la disciplina “hacia adentro” es uno de los principales desafíos que ahora se afronta.