La epidemia del VIH-Sida constituye uno de los problemas más importantes de salud pública. Sin embargo, los esfuerzos en el ámbito farmacológico, no se han acompañado de otros que mejoren la prevención comportamental. Por este motivo, se analizan variables cognitivas (percepción de gravedad y temor hacia el VIH, y de fiabilidad del preservativo), y conductuales (uso de método de barrera en relaciones estables, esporádicas y tras consumir sustancias) que incrementan las prácticas sexuales de riesgo para el VIH, así como algunas de las estrategias que han mostrado ser eficaces. Para ello, 805 jóvenes con edad promedio de 20,06 años (DT=2,49) (43,1% hombres y 56,9% mujeres) cumplimentaron la Encuesta del Sida (Ballester et al., 2007) en 2019. A nivel general, en una escala de 0 a 100, se observa un promedio de temor percibido de 72,11 (DT=35,02) y una probabilidad percibida de 18,25 (DT=23,56), mostrando una fiabilidad percibida del preservativo de 2,65 (DT=0,52) en una escala de 0 a 3. Respecto al uso sistemático de métodos de barrera, solamente un 32,2% informa usarlo sistemáticamente en relaciones estables y un 56,6% en parejas esporádicas, siendo un 38,1% el que lo hace tras consumir sustancias. Según el género, las mujeres muestran mayor promedio de temor percibido (77,39 vs 65,30; t=-4,77, p=,000) y probabilidad percibida (20,06 vs 15,88, t=-2,49; p=,013), aunque dichas diferencias no resultan significativas en las conductas. Así pues, la población joven continúa presentando un perfil de riesgo con diferencias de género, en las que las mujeres siguen sin trasladar su probabilidad percibida y gravedad al plano conductual. Por ello, resulta necesario continuar con los esfuerzos preventivos que han mostrado eficacia, como aquellas propuestas multicomponentes que, desde una perspectiva de género, se han basado en teorías sociocognitivas y metodologías participativas.