“…Esos valores han guiado a los profesionales del deporte y de la Salud para proporcionar un ROM articular y una función óptima en una articulación sana. Sin embargo, considerándose que el ROM es específico de cada deporte (Cejudo, Sainz de Baranda, Ayala y Santonja, 2014a,b;Gleim y McHugh, 1997), nivel competitivo (Battista, Pivarnik, Dummer, Sauer y Malina, 2007;Gannon y Bird, 1999;Haff, 2006), articulación, acción o movimiento (Hahn et al, 1999;Zakas et al, 2002;Hedrick, 2002), sexo (Canda, Heras y Gómez, 2004;Kibler y Chandler, 2003), segmento corporal (dominante y no dominante) (Chandler et al, 1990;Magnusson, Aagard, Simonsen y Bojsen-Moller, 1998;Probst et al, 2007) y puesto táctico (Cejudo, Sainz de Baranda, Ayala y Santonja, 2014a;Oberg, Ekstrand, Möller y Gillquist, 1984), aplicar este enfoque tradicional al deportista no permite definir el perfil óptimo de flexibilidad.…”