Cuando ya la etiqueta “Humanidades Digitales” empieza a parecer un pleonasmo para algunos, como antes fue la astronomía y la astronomía digital, mientras a otros se les aparece aún como la gallina de los huevos de oro, es tiempo, más que nunca, de observar atentamente la transparencia y señalar todos los colores de la tecnología que tiñen cualquiera de nuestras prácticas epistémicas cotidianas. Molesta hacer notar que “digital” rima con “comercial” por fuera y por dentro, como también “tecnología” con “ideología” y “crítica” con “política” (gobierno de la polis). Nuestros estudiantes nos dicen que ese análisis no es profesionalizante… Otros, que la investigación nada tiene que ver… Nosotros trabajamos por construir una conciencia mediática en la era digital: desde las aulas y desde las pantallas, con análisis en silencio y a gritos. Por eso leemos siempre con atención las palabras de Domenico Fiormonte y ahora en este libro que retoma y actualiza algunos de sus grandes temas de reflexión: las construcciones epistémicas del Sur, la codificación como hermenéutica, la edición científica digital, el elogio y alabanza de una filología digital. Y es que “veinte años no es nada”, pero vingt ans après es necesario hacer balance de las promesas incumplidas por las llamadas Digital Humanities, más aún cuando se convierten de forma automática en “Humanidades Digitales” como imitación (simiesca), pura angustia de legitimación colonial, o más bien “hipercolonial”. El giro global de la big tent de las H.D. se inclina hacia el Norte: sus estándares resultan benéficos cuando ofrecen la posibilidad de la interoperabilidad y el intercambio, pero funcionan como una forma más o menos evidente de imposición cultural. Obediencia o exclusión.