“…Desde esta perspectiva, el ejercicio didáctico es plano, sin diversificación de recursos, espacios, tópicos y estrategias especializadas (Duffy, 2022;Ginoris, Addine y Turcaz, 2006;Mora y Eliecid, 2022;Wilson y Moffett, 2017), minimizando la posibilidad de que el saber dancístico se aprenda significativamente o sea un mediador de aprendizajes significativos. Básicamente, al reducirlo a una coreografía, por ejemplo, el estudiante jamás podría vivir (desde el movimiento) prácticas colaborativas, reflexivas, relacionales e integrales, vinculadas a una temática de su interés (Jussliin, 2019;Wilson y Moffett, 2017;Oliver y Ferrer, 2022). Considero importante destacar que esta falta de diversificación didáctica pudiese estar asociada a la danza institucionalizada en el currículo en la que se envasan saberes sin autonomía, desconectados de las prácticas sociales y alejados de la probabilidad de reflexión, provocando que lo aprendido se convierta en una práctica sin trascendencia funcional (Hsia, Hwang y Lin, 2022;Wilson y Moffett, 2017;Stevens y Huddy, 2016), así como al desconocimiento de la heterogeneidad de los cuerpos y sus lenguajes, en la resignificación del conocimiento (Connell, 2009;Lobel, 2021;Petrie, 2020;Singh y Devi, 2021).…”