“…Por otro lado, se reconocen las necesidades urbanísticas de los municipios que hace que sus habitantes añoren que el progreso llegue a sus municipios y se traduzca en la transformación física de los mismos de tal manera que permita el desarrollo urbanístico de la zona al estilo de las grandes ciudades costeras, lo cual constituye un factor extrínseco que depende fundamentalmente de la voluntad política capaz de gestionar y liderar los cambios necesarios para lograrlo (Figura 4). Las apreciaciones expuestas por los habitantes de ambos municipios exponen prácticas socioculturales ligadas a una habitabilidad tradicional cuyos entramados significativos de interacción proyectan una dinámica de apropiación territorial vinculadas a la existencia de memorias, imágenes, símbolos, discursos y prácticas socialmente compartidas que se manifiestan en la cotidianidad de los habitantes del sector a partir de sus costumbres, anhelos y esfuerzos constantes por preservar su identidad (Vega Martínez et al, 2019a); y al mismo tiempo, mejorar sus condiciones de vida que se ven limitadas por las pocas fuentes de trabajo que ofrecen estos municipios, destacándose solo la agricultura, la pesca, el turismo y prácticas económicas informales como las ventas ambulantes y el mototaxismo. Es precisamente en lo cotidiano, a la deriva entre las actividades de subsistencia y la alegría que genera habitar en estos lugares, donde se configura el verdadero valor de sus particularidades que, en lo material, van tejiendo las estructuras socioculturales que permiten constituir un legado patrimonial en torno al mar como escenario representativo en el imaginario de las personas, el cual armoniza con la alegría plasmada en los oficios que se derivan del turismo y que se van amalgamando hasta constituirse en su herencia cultural y el lazo afectivo con su hábitat.…”