“…En la última década del siglo pasado, la educación ha transitado de un modelo formativo, centrado en objetivos, a otro centrado en competencias y capacidades (Cabero & Llorente, 2015, p. 187), cuyo eje principal es el proceso de formación escolarizado. El aprendizaje involucrado en ello incluye la estructuración de los datos utilizados en diferentes contextos y la búsqueda de conexiones y nuevos significados (León et al, 2014), así como mezclar, restructurar y conectar la información en un grupo de aprendizaje (Cabero & Llorente, 2015, p. 191;Mercado et al, 2017). Y, para continuar aprendiendo, las personas requieren de competencias, esto es, de un saber combinado que conjuga el ser, el hacer y el saber estar en determinadas situaciones, así como la aplicación creativa, flexible y responsable de conocimientos, habilidades y actitudes (Martínez-Palmera et al, 2018), en un ejercicio que les permita reflexionar sobre sí mismos, administrar el tiempo y la información de manera efectiva, colaborar constructivamente con otros y mantener la resiliencia y el control sobre su aprendizaje y sus carreras (European Commission, 2019, p. 11).…”