La autoatención, aunque la mayor parte del tiempo se considera como un problema de salud pública, también puede ser considerada un acto de empoderamiento y contrahegemonía; sobretodo, si se toma en consideración la autonomía de los individuos para aliviar y comprender una enfermedad o padecimiento. En el contexto institucional de la atención de la salud, la autoatención se convierte en un espacio donde conviven diversos tipos de instituciones, saberes y representaciones. Por lo anterior, los actores sociales que practican autoatención resignifican y descentralizan la práctica médica y el conocimiento científico. Una parte de esas prácticas es la automedicación. El objetivo de este artículo es explicar cómo la autoatención y la automedicación son parte de la vida cotidiana de los individuos, y cómo esta práctica no se limita a un ámbito médico; en cambio, propone ubicar la práctica de autoatención como parte de una discusión más amplia que tiene base en la ontología del ser social expresada en categorías como el hogar y lo cotidiano. Se plantean retos que requieren pensar en la autoatención y la automedicación desde un pluralismo disciplinar que va desde la antropología y la sociología médica, hasta la economía de la salud, la psicología y la farmacología. Se reflexiona en el hogar como primer espacio real de atención, donde se expresan prácticas laicas y tácticas microsubersivas; el cotidiano como un reflejo de aspectos históricos, sociales, coyunturales, políticos, ambientales, entre otros. Se plantea un modelo atención más allá del consultorio, lo vestal o privado, trasciende la idea del antiguo consultorio.