“…El diagnóstico de una EC supone un gran ajuste de los hábitos de vida (Chamorro, Martínez, & Tomás, 2002). Aunque es posible que el paciente pediátrico y su familia se centren más en la dimensión física de la salud que en la psicológica, esta puede verse afectada (Pérez-Marín et al, 2015;Quitmann, Bullinger, Sommer, Rohenkohl, & Da Silva, 2016), considerándose que la presencia de una EC es un factor de riesgo para desarrollar un trastorno mental, destacando la ansiedad y la depresión (Glazebrook, Hollis, Heussler, Goodman, & Coates, 2003). Asimismo, la sintomatología emocional actúa como un agravante de la enfermedad, siendo capaz de complicar su tratamiento y pronóstico (Chávez, 2012).…”