“…En un anticipo de lo que ocurriría en la guerra civil española con las (tristemente) célebres "investigaciones" de Antonio Vallejo Nágera y su equipo con brigadistas internacionales y prisioneras republicanas, médicos de la mente como Eugen Kahn, Kurt Hildebrandt o Hans Brennecke, por ejemplo, publicaron una serie de "exámenes forenses" en los que concluían que los líderes que habían encabezado los levantamientos revolucionarios de 1918 y 1919 en varias ciudades alemanas eran en su mayoría "fanáticos psicópatas", una disposición mórbida (pero, por supuesto, no eximente) que, en opinión de Emil Kraepelin (y muchos otros), era particularmente frecuente entre los judíos. Curiosamente, hasta el mismísimo Kaiser Guillermo II fue objeto de diversas (psico)patografías que, en función de la orientación y la finalidad de sus autores, cuestionaron su estado mental con el objeto de explicar el desenlace militar del conflicto, reivindicar un liderazgo más vigoroso, impulsar un nuevo régimen político o (incluso) exonerar a Alemania del pago de las reparaciones de guerra exigidas por los vencedores (Freis, 2018). En todo caso, quizá la estrategia discursiva más frecuente consistió en aplicar conceptos clínicos para describir la situación del país al final de la contienda y postular la existencia de una severa "crisis nerviosa", un "colapso neurasténico" o un "derrumbe emocional" que habría afectado de lleno al "alma nacional" (Volksseele); para profesionales de gran prestigio como el propio Kraepelin o Robert Gaupp, solo así podía explicarse -entre otras cosas-el protagonismo asumido entonces por "radicales demagogos" e "instigadores sin escrúpulos".…”