Hacia finales del siglo XIX diversos fantasmas recorrían tanto Europa como América y constituían problemas de orden social a la vez que objetos de reflexión teórica. El delito era de los más importantes. Una extraordinaria efervescencia intelectual agitaba, por aquellos años, a la comunidad jurídica occidental. Fue un período virulento en ofensivas de distintos grupos de expertos penitenciarios, cientistas sociales y juristas destinadas a reformar los códigos penales basados en la noción de libre albedrío. Se trataba entonces de establecer, en primer lugar y como base de toda reforma, un conocimiento consistente acerca del comportamiento criminal y del criminal mismo. Más allá de los cambios sustantivos a los códigos vigentes que esto provocaría en el mediano plazo, nos interesa señalar que esos esfuerzos reformadores por reorientar las formas de comprensión y de acción en el campo penal fueron un espacio privilegiado para el surgimiento y consolidación de distintos discursos con vocación científica sobre el delito en particular, y sobre la sociedad en general. O puesto de otro modo (uno foucaultiano), importa hacer explícito desde el principio que la constitución de las modernas "ciencias del hombre" se vincula de manera especial a las batallas por el orden social que la cuestión criminal involucra. Y esto vale tanto para la criminología como para la psiquiatría, la sociología, la antropología e, incluso, el psicoanálisis (Foucault, 1989;1999).Dicho esto, hay que señalar que esa "marca de nacimiento" no debe hacernos perder de vista la heterogeneidad de tales discursos, ni las posibilidades que un trabajo actual sobre ellos puede liberar. Esto parece particularmente cierto para Tarde, un aristócrata de provincia, magistrado católico, cuyas intervenciones en los debates jurídico-penales de su tiempo mostraban un sesgo abiertamente conservador. Claro que la obra de Tarde no se reduce a una sociología criminal: sus teorías del delito y del delincuente tienen su raíz en una sociología general y en una filosofía propias. Y es claro también que, como toda gran obra, la de Tarde desborda con mucho su ubicación biográfica e ideológica. Lo notable en este caso es que se trata de un pensamiento que además parece trascender, al menos en ciertos puntos nodales, su entorno "epistémico": en pleno auge naturalista, uniformador, objetivista, Tarde fue un pensador de lo múltiple y lo diverso. Y en esa clave está siendo recuperado desde que Deleuze