En su recorrido por tres novelas emblemáticas de la época victoriana extendida, el siguiente volumen saca a la luz la expresión desnuda de una experiencia histórica que está en el centro del desarrollo de la modernidad: el ascenso del Imperio británico en su dimensión política, social y económica, pero también y sobre todo en su dimensión ética y estética, por medio de una exégesis literaria que desentraña la batalla perenne entre el bien y el mal como fuerza motriz de la historia y de la cultura, en el sentido más extenso de sendas categorías. Esta batalla, entendida también como hecho histórico universal, se libra en el terreno de las transformaciones psicológicas que experimenta el yo literario, encarnado en el carácter de los personajes literarios y en el modo en que, cada uno de estos, se convierte en refracción de una forma particular de sentir el peso de la moral civilizatoria de Occidente, si vale decir así. De otra parte, los personajes en cada una de estas obras experimentan un tránsito de su corporeidad y de su deseo hacia una sensibilidad que lucha por resguardar al propio ser de dicho peso civilizatorio y de paso configurar una visión propia del mundo, de la belleza, del amor e incluso del desamor. Es así que el núcleo y el interés de la investigación que entrega el profesor Catullo MacIntyre comienza por formular el diagnóstico de la patología moral que subyace en la novelística victoriana, en los temas y tramas más característicos de dicho periodo, para desembocar en el análisis de la dimensión semántica de las palabras y la función comunicativa de las imágenes, como vehículo para el razonamiento filosófico, en términos de ética y estética como ya se mencionó, pero también en función de una reconstrucción exegética del conocimiento del ser humano, de su psiquis, de su sexualidad, de los límites de su libertad individual. Contemplados el bien y el mal como categorías abstractas del orden racional o moral, y apelando de paso a la misma vivencia subjetiva que se instala en el ámbito del existencialismo como movimiento filosófico y literario, el estudio apela de manera pertinente y oportuna a herramientas que desde una perspectiva interdisciplinar involucran claves de carácter semiológico, antropológico, psicológico y psicoanalítico, integrando de manera ágil y armoniosa el estilo y el método de la crítica literaria. Pero más allá de eso, la incorporación al análisis filosófico-literario del principio nihilista de “Dios ha muerto” de Friedrich Nietzsche, constituye un acierto en tanto evidencia metafóricamente la ruptura de los cimientos del conocimiento y de la moral de la sociedad occidental: se trata de la muerte de los valores que hasta ese momento le otorgaban un sentido la experiencia humana. Pero esta muerte no ha de entenderse como una forma de irreligiosidad o ateísmo, en el sentido estricto, sino más bien como la emergencia, tras la muerte de Dios, del artista humano como ser creador, o alter deus, que viene a ocupar el espacio que dejó vacante aquel Dios desaparecido. Con esta imagen significativa de la muerte de Dios, se restaura la comprensión tradicional de la cultura como confirmación de la posición de superioridad del ser humano, superioridad de la cual se hacen eco nítido las tres novelas objeto de estudio. También en ese marco, el estudio explora la emergencia del fenómeno de la dualidad y dualismo en el personaje literario, que se explica y adquiere sentido en relación con el contexto histórico, social y político de la sociedad inglesa durante el periodo en cuestión. Las conexiones entre transformación psicológica, dualidad y carácter del personaje literario, entendido en sentido genérico o bien como yo literario, serán determinantes, pues nos remiten a las concepciones de los autores en torno a la personalidad dualista como reelaboración o como metáfora de la existencia humana y de la vida en su transformación material. Finalmente cabe subrayar con respecto al trabajo que se presenta a continuación, que la figura del doble es la interpretación literaria más atinada de la esencia antagónica del ser humano en su universo sensible, de su ser conflictivo hacia fuera y hacia dentro. La conciencia, esa capacidad que tiene el hombre de enjuiciarse a sí mismo, y de organizar la experiencia de la realidad desde su propia subjetividad, se encuentra en el origen de la aparición del doble en las pesadillas de los espíritus atormentados y en las creaciones literarias que de estos se ensayan. En ese escenario el doble se enfrenta con el remanente de su otro yo, y de ese enfrentamiento se alimenta el ciclo interminable de la vida.