Los valores colectivistas basados en las ideas del compromiso social igualitario, clave para la construcción del Estado de bienestar, tienden a romperse. La inmigración y la consiguiente heterogeneidad de la población obstaculizan la identificación de los ciudadanos con los valores colectivos. Por contra, emergen nuevos valores basados en el merecimiento individual, lo que tiende a generar una polarización de las actitudes. Para aquellos perfiles que han formado la clase trabajadora tradicional, el cierre social ante la inmigración constituye un mecanismo de defensa ante la competencia por la redistribución, lo que se refleja en opiniones negativas hacia la inmigración. Para aquellos que conforman la clase media, con nivel de estudios altos, rentas altas y posición media alta, la opinión sobre la inmigración y la demanda de solidaridad no es una opción preferente porque confían en el éxito de sus trayectorias individuales.