Como respuesta a la patente ausencia de exiliadas y exiliados de segunda generación en el campo de la memoria posdictatorial del Cono Sur, el presente artículo reflexiona sobre el legado del exilio exterior sobre las hijas e hijos del exilio, aquellas personas que nacieron o se criaron en el exilio. Para ello hago uso de tres obras literarias (De exilios, maremotos y lechuzas de Carolina Trujillo [1990], El azul de las abejas de Laura Alcoba [2015] y Mi exilio dorado de Marco Fajardo [2021]) y dos documentales (Hora chilena [2013] y Tus padres volverán [2015]) que reflejan una comunidad generacional abierta compuesta por chilenos, argentinos y uruguayos, que estaba y sigue estando dispersa sobre diferentes territorios lingüísticos y culturales, principalmente en Europa. Como resultado, se identifican experiencias comunes y temas recurrentes en los relatos relacionados con las niñas y niños del exilio, incluyendo desafíos a la integración, la separación familiar y el retorno al país de origen (de sus padres) tras el fin de la dictadura. La dilucidación de estos aspectos de la vida como hijx del exilio impugna el mito extendido del «exilio dorado», a través del cual la migración forzosa ha sido reflejada como una experiencia de privilegio en su conjunto (Franco, 2008), teniendo como consecuencia una ocultación de sus aspectos más traumáticos. Al incorporar estas voces marginadas, muchas de ellas de personas no retornadas, este artículo ilustra la forma en la que la dictadura fue vivida por las hijas e hijos de exiliados chilenos, argentinos y uruguayos, y cómo continúa marcando las vidas de las ahora adultas, que se relacionan con este pasado y su legado a través de diferentes medios culturales.