“…Sobre los beneficios de la educación en prisión, la literatura concluye que los programas educativos en el entorno penitenciario tienen efectos positivos tanto durante la estancia en la prisión como tras la excarcelación. Algunas investigaciones criminológicas destacan que, por un lado, en cuanto a los efectos durante la condena, la participación en programas educativos mejora la autopercepción de los internos (Baranger, Rousseau, Mastrorilli y Matesanz, 2018), reduce las infracciones disciplinarias dentro de la prisión (Gerber y Fritsch, 1995) y favorece el alejamiento del mundo delincuencial y de los aspectos negativos de la vida carcelaria (Caballero, 1985). Por otro lado, algunos beneficios que se manifiestan tras el cumplimiento de la condena son: la reducción de la reincidencia en términos generales (Lochner y Moretti, 2004;Wilson, Gallagher y MacKenzie, 2000); la promoción de una identidad que fomenta la desistencia del delito (Baranger et al, 2018;Runell, 2018); el aumento de la probabilidad de conseguir un trabajo y un salario más alto (Gerber y Fritsch, 1995;Lochner y Moretti, 2004); la reducción de la impaciencia y el aumento de la aversión al riesgo (Lochner y Moretti, 2004); así como la continuación de la formación tras la excarcelación (Gerber y Fritsch, 1995;Runell, 2018).…”