“…Más allá de una cierta pose mesiánica del personaje, sobre la que se ha ironizado (Borradori, 2016), la experiencia del Ciudadano Snowden en el proceso que va desde su inicial papel de denunciante anónimo a su conversión en figura pública mundial "sin lugar donde esconderse", elevaría a la enésima potencia la tensión vivida por muchos activistas de la era digital. Estos se debaten a menudo en el dilema entre una visibilidad necesariamente ambivalente (deseada, por un lado, para mostrar públicamente la implicación personal en las protestas, pero que, al mismo tiempo, trae consigo una inevitable vulnerabilidad a la vigilancia estatal) y una anonimidad, también ambigua, necesaria para preservar la privacidad y el secreto personal de las comunicaciones y ejercer libremente su activismo, lejos de los controles de vigilancia estatales (Ballenthien et al, 2015;Freudenschuß, 2015). La existencia de un movimiento que se hace llamar Anonymous es suficientemente elocuente a este respecto.…”