“…Por ello, y siguiendo el paradigma que propone De la Herrán (2014) sobre la eficacia formativa en Educación Superior, pensamos que esta requiere de un cambio y creemos que incluir el autoconocimiento, el desarrollo de competencias socio-emocionales y la reflexión, desde un ámbito más personal y humano, podría acercarnos a una educación más inclusiva (Bisquerra y Mateo, 2019;Iglesias y Martín, 2019). Puesto que, la educación inclusiva aboga no solo por las acciones, sino también por las emociones y los sentimientos, y en concreto, por el sentimiento de sentirnos incluidos (Echeíta, 2017;Escobedo y Montserrat, 2017).…”