“…Sin embrago, el interés pedagógico por el desarrollo emocional ha aumentado y en la última década han proliferado los programas de Educación Emocional destinados a otras etapas educativas (Caruana, y Tercero, 2011;Lozano, García, Lozano, Pedrosa, y Llanos, 2011), siendo pocos los trabajos que evalúan los efectos a corto o medio plazo de los programas (Agulló, Filella, Soldevila, y Ribes, 2011;Ambrona, López-Pérez, y Márquez-González, 2012;Celdrán, y Ferrándiz, 2012;Güell, y Muñoz, 2003;Merchán, Bermejo, y González, 2014;Obiols, 2005;Tur-Porcar et al, 2014). Esta escasez de estudios contrastados que apoyen la eficacia de programas es más acuciante en aquellos referidos específicamente al entrenamiento de las habilidades emocionales en Educación Infantil y que favorezcan la inclusión del alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo (Fernández-Sánchez, Quintanilla, y Giménez-Dasí, 2015;Justicia-Arráez, Pichardo, y Justicia, 2015).…”