“…Debido a los pobres resultados obtenidos, resumidos anteriormente, un gran número de investigadores, entre los que citamos a Myers et al (1981), Daube (1982), Purdy y Luepnitz (1982), Riley et al (1982), Bhalla y Lastovicka (1984), Linthwaite (1985), Wogalter et al (1987), Magat et al (1988), Popper y Murray (1989), Wogalter et al (1989), Cragg (1990), Jaynes y Boles (1990), Young y Wogalter (1990), Beede, Lawson y Shepherd (1991), Young (1991), Laughery et al (1993), Barlow y Wogalter (1993), Fischer et al (1993), Naett y Howie (1993), Borland (1997), Liefeld (1999), Mahood (1999), Nilsson (1999), Duffy y Burton (2000), Hammond et al (2003), Hammond (2004), Hoeck et al (2005) y Hammond et al (2006), han cuestionado los esfuerzos necesarios para conseguir que las advertencias sanitarias sean más eficaces. Para ello, han experimentado con distintos elementos, como el tamaño (incremento de las palabras y formato de los anuncios), la forma (formas originales y presencia de iconos), el contraste de colores, la longitud del texto (más corto, más directo y simple), el contenido y el tono (uso de visuales chocantes).…”