El cine ha sido un protagonista intermitente y secundario en la escuela. Desde su invención fue utilizado para ilustrar, documentar y pensar lo curricular a través de las imágenes. Aun así, con igual ahínco se le ha rechazado y apartado de los procesos educativos. Mediante una propuesta histórica, en este texto se plantean siete fenómenos y discursos que explican esta tensión, es decir, las razones, saberes y representaciones que han determinado que el cine carezca de un papel principal en la educación de los niños, niñas y jóvenes. Entre ellos se cuentan el estigma sobre la imagen, la iconoclasia, la tradición visual escolar, algunos planteamientos de la medicina, la psicología, el derecho y la teología, la minusvaloración del cine como un arte y los imaginarios de los docentes que rechazan al cinematógrafo por la forma en que los ha retratado.