En el lapso marzo-septiembre de 1813 la epidemia de tifo recorrió la jurisdicción parroquial de San Pablo Apetatitlan, enfermedad peligrosa que provocó la muerte de más de doscientas personas de las etnias española, mestiza e indígena. Si bien la cifra parece insignificante, en el contexto de la magnitud de mortalidad se descubre su relevancia y trascendencia. Para dimensionar el desajuste social, se identifican los espacios geográficos afectados por el germen maligno y se interrelacionan con los totales de defunciones y los sobrevivientes en el interior de las familias nucleares y extensas. Esta mirada cercana devela la mortalidad extensiva e intensiva y su asociación con el probable uso de estrategias preventivas que en algún momento regularon el avance del vector.