“…Teniendo en cuenta esto, los grupos encomendaron sus prácticas de cuidado a los guardianes de las tradiciones, figura que a lo largo de la historia se ratifica en el chamán, luego en el sacerdote y finalmente en el médico; la participación de este último, además de considerar la relación entre lo bueno y lo malo como causante de la enfermedad o muerte, aislaría el mal de su portador, aspecto que luego causaría la identificación del portador respecto a su enfermedad, hasta el punto de confundirse (22). Ahora bien, antes de que naciera la figura del médico, así como la división sexual del trabajo (hombre proveedor, mujer cuidadora), en las sociedades preindustriales se evidenció una participación activa de los hombres en los cuidados informales tal como sucedía en la prehistoria, de modo que en estas sociedades tampoco se podía hablar de tareas genuinamente domésticas; hombres y mujeres recolectaban y preparaban los alimentos y confeccionaban sus ropas, así como salían de casa a trabajar, las mujeres, en específico, para cuidar a los hijos de los aristócratas (22,29,30).…”