“…Walter ingresa al mundo de las drogas para ayudar a los suyos, pero, al mismo tiempo, se embarca en una aventura criminal que parece justa: es su revancha, su desquite con ese mundo que le condenó a ser un profesional anónimo y anodino. El público le sigue hasta el último episodio en función de un pacto moral renovado convenientemente y acepta su final sin condenarlo, pues es capaz de comprender la confesión final a su esposa, cuando explica que el resorte que lo llevó a convertirse en Heisenberg fue "la terrible, honesta y egoísta satisfacción de saberse bueno, acaso el mejor, y por primera vez, en aquello que hacía" (Cappello, 2017).…”