“…De esta forma, la educación ambiental, partiendo del constructo del ambientalismo, y teniendo en cuenta que se trata de un ámbito de pensamiento y acción en el que predomina la heterogeneidad, el debate, la diversidad de paradigmas teóricos y de estrategias de actuación, no contribuye en absoluto al fin último de la educación. Esto es así porque, a pesar de incidir en la necesidad de la reflexión y la acción, desde su origen se ha centrado más en la construcción teórica que en las prácticas educativas, el desarrollo del espíritu crítico (Mogensen y Mayer, 2009;Pérez-Martín et al, 2022) y el enfoque social y ético (Guevara-Herrero et al, 2023). Al centrarse solo en el cuidado del medio ambiente para satisfacer una necesidad humana, obvia las necesidades de la naturaleza y de los demás animales (Saari, 2020;Voltes, 2021) y, por ende, los sentires e identidades de estos últimos, y todo ello, a pesar de que en los últimos años ha surgido el concepto de ambientalismo moderno que tiene en cuenta los ecosistemas, pero siempre desde la perspectiva de la prioridad humana y la salvaguarda del planeta para la vida de las generaciones futuras (Vargas et al, 2017).…”