Pensar que el capital ha quedado ahí, solo en aquellas regiones de poder económico y desconocer de su final en las llamadas zonas depositarias de poder emergente, es todavía un análisis inacabado. Entender el ritmo globalizador, presume antes, agudizar dos fenómenos unificados. El primero, la faceta donde el capital ha terminado por apoderarse a niveles más profundos sobre la figura del Estado y las fuentes de riqueza. El segundo, el agravamiento de esa fase toma impulso-poder con la misma evolución y el perfeccionamiento que presenta las tecnologías de la información y comunicación como elementos definitivos de su impacto. De esta manera, el presente pretende analizar el poder del Estado en medio de los efectos fungidos y (re)producidos por la planetarización del capital, donde la furia de la globalización y las decisiones neoliberales han acabado aplastando en menor o mayor proporción los sueños sociales o los deseos nacidos del pueblo.