“…Sin embargo, pensamos que no debe considerarse su mera presencia como evidencia ritual (Machause et al, 2014: 170), sino su acumulación, como ocurre en otros ejemplos en los que se repite una misma pauta del objeto ofrendado y/o utilizado, ya sean fusayolas, platos, ollas o restos de fauna (Machause, 2019: 163-190). Si bien no podemos realizar análisis comparativos al carecer de excavaciones sistemáticas en este tipo de contextos, es interesante resaltar la sobrerrepresentación de estos vasos frente al resto de recipientes cerámicos en otras cavidades similares como la Cueva Merinel (Bugarra, València) (Martínez Perona, 1992), la Cueva del Puntal del Horno Ciego II (Villargordo del Cabriel, València) (Martí Bonafé, 1990), la Cueva Santa del Cabriel (Mira, Cuenca) (Lorrio et al, 2006;Machause et al, 2019), la Cueva de los Mancebones (Requena, València) (Machause, 2019: 134-138), la Cova de la Moneda (Ibi, Alicante) (Cerdà, 1996) o la Cova de l'Agüela (Vall d'Alcalà, Alicante) (Amorós, 2012), entre otros. En el ejemplo que analizamos aquí, estas formas representan el 78,95% del NMI total (195 de 247).…”