“…Si las universidades desean responder a los desafíos actuales respecto de la calidad de la educación universitaria, no pueden seguir confiando en imitar figuras docentes que basen su didáctica en la exposición oral de contenidos, a la espera de que sean repetidos por estudiantes dispuestos sólo a seguir reproduciendo dichas materias (Monereo, 2013). En este contexto de cambio, la tutoría ha de jugar un papel relevante como función de acompañamiento personal y académico, en el desarrollo de habilidades y actitudes para el estudio, en el seguimiento y apoyo en las experiencias de aprendizaje del estudiante y en su construcción personal y profesional, dejando atrás su concepción tradicional de espacio, destinado a resolver dudas surgidas a la hora de estudiar y para ser un instrumento de orientación, gestión y personalización del aprendizaje (García et al, 2005;Arbizu at al., 2005;Narro y Arredondo, 2013;Adán et al, 2015;Solaguren-Beascoa y Moreno, 2016;Aguilar et al, 2017). En países anglosajones, se han realizado esfuerzos por introducir la figura del tutor universitario, con un rol relevante en la construcción de los aprendizajes (Colvin, 2007;Bulte et al, 2009;Baeten y Simons, 2014;Philipp et al, 2016aPhilipp et al, , 2016bBaeten et al, 2018) Se suma a este nuevo desafío la variabilidad de estudiantes que hoy ingresan a la universidad.…”