“…Hay que decir, que no es de extrañar que las tasas de juego en población menor de edad sean mucho más altas que las informadas en grupos de adultos; ya que viene siendo norma en muchos trabajos que las tasas de los adultos puedan incluso multiplicarse por cinco si el grupo estudiado está formado por jóvenes adolescentes (Lesieur, Blume, 1991;Ladoucer, Mireault, 1988, Fisher, 1992, Fisher, 1993, Westphal, Rush, Stevens, Johnson, 2000. Revisando los datos informados sobre grupos de menores vemos que los varones juegan más que las mujeres (Arbinaga, 1996;Becoña, Gestal, 1996;Villa, Becoña, Vázquez, 1997).…”