La política evangélica latinoamericana puede verse, en términos laclauianos, como una construcción del pueblo. Construcción del pueblo evangélico como minoría con demandas y voz propia en un continente "católico" de estados laicos. Construcción evangélica del pueblo nacional, en contextos en los que los evangélicos ya se consideran una fuerza sociopolítica con aspiraciones hegemónicas. Sin embargo, esta doble narrativa se ha complicado en los últimos años en los mares agitados de la llamada ola conservadora. Desde Brasil reverbera una alianza notable entre la extrema derecha política, el neoliberalismo y la élite evangélica parlamentaria y pastoral, lo que problematiza seriamente las expectativas de un impacto pluralista de la presencia pública evangélica.