“…La falta de datos de la primera mitad del siglo xx impide conocer cuándo se inició el proceso de cambio en el cauce activo. Aun no teniendo el mismo impacto que los grandes embalses de otras cuencas como la del Ebro (Ollero, 2010;Vericat & Batalla, 2004;Besné & Ibisate, 2015;Tuset et al, 2015), a los cambios en la cuenca hay que añadir la presencia de azudes que derivan caudales y que retienen y disminuyen los aportes sólidos, incrementando el déficit y favoreciendo, por lo tanto, la estabilización del cauce, lo cual es especialmente importante en el propio eje principal del río Oria. La reducción en el cauce activo ha conllevado su incisión, apreciable especialmente en las zonas con defensas, donde la movilidad lateral ha quedado limitada, proceso constatado en otros cursos fluviales con similares dinámicas (Conesa & Pérez, 2014), así como en los tramos aguas abajo de los azudes, como el caso descrito en el río Aragón (Ibisate et al, 2013) o Ain (Rollet et al, 2014).…”