“…La idea subyacente es que los déficit lectores aparecen vinculados a la herencia genética y, por tanto, el riesgo de que un niño padezca dislexia es mayor cuando existen otros familiares afectados (Flax, Realpe-Bonilla, Roesler, Choudhury y Benasich, 2009;Shaywitz et al, 2008). Los resultados constatan que, comparados con sus controles, es más probable que niños con alto riesgo familiar desarrollen problemas para la adquisición de la lectura (Snowling, Gallagher y Frith, 2003;Wolff y Melengailis, 1994), alteraciones del desarrollo del lenguaje (Sptiz, Tallal, Flax y Benasich, 1997;Tallal, Ross y Curtiss, 1989), problemas de deletreo (Schulte-Körne, Deimel, Müller, Gutenbrunner y Remschmidt, 1996) o dificultades para discriminar la longitud fonémica (Pennala et al, 2010;Richardson et al, 2003). En suma, la mayor parte de los estudios han mostrado que el rendimiento alcanzado por los niños cuyos padres han informado de dificultades en la lectoescritura es más bajo que el de los controles (Decker, Vogler y DeFries, 1989;Gilger, 1992;Lefly y Pennington, 2000).…”