Este artículo analiza de qué manera escritos testimoniales como las memorias contribuyeron en la configuración de la historia de Colombia; partiendo de la diferenciación de los términos memorias, diarios e historia. A su vez, intenta elucidar el lugar del testigo como actor central y artífice de los acontecimientos durante el siglo XIX, a diferencia del testigo como víctima no merecedora de su destino, de la contemporaneidad. Entre las memorias del siglo XIX, escritas para promover la imitación, y la memoria contemporánea, narrada para asegurar la no repetición, hay un orden historiográfico que redefine el tiempo, la narración y el papel del saber histórico.