“…Sin embargo, la posibilidad de que la escasez de evidencias sobre ocupaciones humanas en el interior peninsular durante la última glaciación refleje no tanto la realidad poblacional prehistórica como un sesgo en la tradición investigadora, ha estado siempre presente entre la comunidad científica. Desde hace ya más de dos décadas, numerosos investigadores han señalado que la tradicional escasez de proyectos de investigación sobre el Paleolítico Reciente en la meseta, en comparación con la extensa y prolija tradición investigadora arraigada en las regiones cantábrica, mediterránea y atlántica, puede ser el factor principal detrás de la imagen de una "meseta desolada" durante buena parte del Paleolítico Medio y, especialmente, del Superior (Balbín-Behrmann y Alcolea-González, 1992;Alcolea-González et al, 1997;Ripoll, Cacho y Municio, 1997;Utrilla y Blasco, 2000;Aubry et al, 2002Aubry et al, , 2020Aubry et al, , 2021Alcolea-González y Balbín-Behrmann, 2003;Delibes y Díez, 2006;Fullola y Zilhão, 2009;Cacho et al, 2010;Alcaraz-Castaño et al, 2013, 2017bAlcaraz-Castaño, 2015, 2016Aubry, 2015;Rivero, Bécares y Álvarez-Fernández, 2021). A esta idea fundamental se une el hecho de que en las tierras del interior las formaciones kársticas son relativamente menos numerosas que en las regiones costeras, lo que supone una mayor dificultad para localizar yacimientos del Pleistoceno Superior, que muy probablemente se encuentren en contextos al aire libre, mayoritariamente fluviales (Navazo y Carbonell, 2014;Alcaraz-Castaño, 2015;Aubry et al, 2020;Zilhão, 2021).…”