Los procesos de globalización están provocando una nueva reestructuración de la división internacional del trabajo, en el que las viejas fronteras, sometidas a intensos procesos de cambio, alteran su función de aislar, para convertirse, en ocasiones, en puentes de intercambio. Es un proceso selectivo, que endurece los flujos de mano de obra y mercancías y favorece el tránsito de capitales. La frontera de Melilla (España) y Nador (Marruecos), pese al llamativo drama humano del control migratorio, se convierte en oportunidades para el capital trasnacional, precisamente por el desequilibrio socioeconómico existente. A partir de análisis cartográficos de densidades, del mercado laboral y de la oferta y demanda de servicios, se comprueba la formación de una región funcional transfronteriza, cuya forma urbana tiende a la conurbación, jerarquizada por Melilla, sin que existan planes de integración, comunes en el proceso de reformulación de las fronteras dentro de la Unión Europea. Se concluye que la frontera asimétrica es el motor de la economía de una amplia región transfronteriza, desprovista de otros recursos, conforme con un enfoque geoeconómico que explota (y mantiene) la desigualdad, y que la forma urbana se asemeja al modelo de los complejos urbanos transfronterizos latinoamericanos. El reconocimiento de esta realidad es básico para el desarrollo de futuras estrategias de cohesión e integración supraestatales, y para la puesta en marcha de planes de gobernanza conjunta.